Descripción
“…Arrojaron las herramientas y empezaron a aplaudir al caballo de oros, lo habían reconocido, aunque lo conocían nada más que por referencias lo habían reconocido, era él, el mismísimo caballo de oros que había bajado del naipe a la tierra y desfilaba al galopito alegre entre los parias…”.
Ya había muerto Borges en Ginebra cuando Erven Lucas, relojero de oficio, descendiente de relojeros en línea masculina, puso una cerrajería. El abrupto giro laboral surgió por un cambio de paradigma mundial de los relojes mecánicos que se tradujo en implicancias políticas a nivel nacional con la apertura de importaciones de la manufactura electrónica sobre todo asiática.
El habitual grupo de hombres, sentados en la mítica mesa vespertina del bar, narra esta dramática historia en un coro de voces (los caballeros de la Vieja Guardia) afinadas con la nota que marca la taza del café y el humo de los cigarrillos. Yuxtapuestas y prismáticas, la historia que se cuenta aparece como un rompecabezas que evoca la aventura del personaje y lo va construyendo in absentia, como en un homenaje, un reconocimiento en vida. Saber escuchar, entonces, es uno de los desafíos del lector.
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