Juan L Ortiz Obra completa

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“Querido amigo: no sé realmente qué decide. Con usted he conversado algo al respecto. Recuérdelo. No sé realmente qué decide. ¿Qué podría decirle? Lo que he podido hacer hasta ahora está ahí, lejos desde luego de lo que sueño. Sueño para lo mío una “poesía” de pura presencia, de resplandor casi, sin “forma”, o con la muy fluida o aérea de los…

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Descripción

“Querido amigo: no sé realmente qué decide. Con usted he conversado algo al respecto. Recuérdelo. No sé realmente qué decide. ¿Qué podría decirle? Lo que he podido hacer hasta ahora está ahí, lejos desde luego de lo que sueño. Sueño para lo mío una “poesía” de pura presencia, de resplandor casi, sin “forma”, o con la muy fluida o aérea de los estados interiores -armonía o visión-, o su correspondencia posible. Creo, además, en la poesía que compromete todo el ser, en la que es un don absoluto, en la que es “el amor que encuentra su propio ritmo”, y consecuentemente en la que sigue los pasos de la historia y aun de la circunstancia porque es combustión y trascendencia antes de ser, si el poeta se siente impulsado a ello, “servicio” y militancia. Pero creo, sobre todo, en su variedad infinita y en su eterna alada libertad hasta en las horas en que el poeta, fiel a su suefio o a su necesidad de integrarse, deba” desaparecer en un gran deber consentido y amado”… Olvidaba decide que yo la siento como una profunda necesidad, como la respiración misma, y a la vez inasible y fugitiva a pesar de la entrega más total, de la humildad más rendida, y de la inocencia más transparente que me es dado hacer en mí. Y que tengo especial fe en la que no está escrita y que será vivida por todos como algunos ahora se impregnan de la del aire, de los árboles, del agua… Y no terminaría nunca, mi querido amigo. Sobre poesía generalmente no hacemos más que divagar o expresar nuestras muy limitadas preferencias cuando no referimos sólo a la muy mezquina que nos es dado aprehender. “La poesía está donde está”, decía Güiraldes. Pero hija humilde o angélica, agregamos nosotros, de los cambios de la vida y de las categorías que ellos van estableciendo, aunque también empinada sobre el vértice de las épocas, pitonisa ardiente. Juan L. Ortiz



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