Descripción
Según un viejo proverbio chino, “el aleteo de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo”.Así, cuando el humo de una fábrica de textiles en Europa provocó el aleteo de una mariposa, un ganadero tandilense giró su cabeza en esa dirección. Poco después, cuando los liberales acorralaban al papa en Roma y los masones a la Iglesia para que no obstaculizara el progreso, un cura en la frontera pampeana se trepó a su carro intentando descifrar un grito sacro con forma de encíclica.La tormenta desencadenada por aquel aleteo estallaría en la estrechez de un místico valle serrano a inicios de 1872, momento en que el Estado argentino se preparaba para modernizar los mecanismos de poder locales y los inmigrantes ocupaban espacios económicos que el criollo desestimaba o desconocía. Un pueblo de frontera como Tandil era un espacio permeable, abierto a costumbres exóticas toda vez que el Estado y la sociedad nativa no habían codificado la vida cotidiana. Criollos y gauchos intentaban aferrarse a la misma barca donde sobrevivían estancieros y dirigentes de una época socio-económica que se hundía.A inicios del tercer cuarto del siglo XIX, Tandil y Azul reunían las condiciones orográficas y sociales para que se desatara el caos. Un viejo proverbio chino nos brinda pistas para explicar parte de aquel tsunami de facones que inundó el valle de sangre un primero de año.