Descripción
Amar lo antiguo con la devoción sincera del arte no es aferrarse a los prejuicios de una cultura prístina, sino bruñir el oxidado candil de la civilización presente con el límpido diamante de la juventud del mundo. Amar lo antiguo retrotrayéndonos a vivir la emoción que otrora embargó los corazones es gozar lo erudito de una gracia primitiva. Y, más que nada, vivir doblemente la existencia, apareando a la actividad ardua y múltiple de hoy el recuerdo dulce y manso de la edad pasada. Amar lo antiguo es sobre todo anticipar la visión del futuro. En la muda delectación de sus obras, en el aprovechamiento de sus energías mentales, en la adaptación práctica de sus enseñanzas se abren los horizontes y se franquean los porvenires. Así la verdad del apotegma “calamitosus est futurii ansius” se domestica en la familiaridad del pensamiento y en el disfrute de la emoción. El pavor desaparece, se aclaran los problemas y se invade la jurisdicción del ideal, con la serena complacencia del propio esfuerzo y la ayuda eficaz del saber antiguo.