Descripción
Lo singular de la poesía de Francisco Garamona consiste en ofrecernos láminas poéticas, imágenes, pero sin ningún esfuerzo, pues ellas se desprenden, naturalmente, desde los fragmentos de lo vivido. Y es que el poeta parece, en un momento, acercarse a lo artificial, pero no -en Garamona nunca hay artificialidad-, pues enseguida despliega ante nuestros ojos un estanque donde pudiera haber un caballo ciego y nos coloca en lo inmediato, y eso es el gran acierto de la poesía de Garamona: el que con ellas, pese al asomo del sueño, no dejamos siempre, de estar tocando tierra. Yo no puedo menos que expresar mi admiración por esos expléndidos poemas donde, continuamente, sabemos que “para contemplar en el cero / la gravitación de una máxima”, o donde con una impresionante fuerza, la visión poética se hace “comparable al reino de una cáscara / de fruta en el patio vacío” (pues Garamona logra así sus aciertos: dice de una mano con vaso plástico, y dice que el vaso contiene café, y termina diciendo que el café cae sobre la pierna de una vieja, y lo certero es que, con sólo esto, con sola esta manera inmediata, donde no hay ningún aditamento, Garamona nos sorprende, nos agarra). Pero, sobre todo, nos alucina con poemas como “Mi teatro analítico”, texto donde lo mecánico, el flash, la imagen, y el hecho inmediato, se confunden en visiones como aquella donde nos dice que “Como un dibujo borrado / que intentaba preservarse por medios fotomecánicos”, o en la tremendaza visión donde aparece “la ópera flotante dentro de una copa de leche”. ¡Buen asunto! Lorenzo Garcia Vega, The Miami Herald