Descripción
Alavez se abre como promesa de continuidad y revoloteo de orillas. El poeta lee al pintor y en esa operación de lectura apuesta a descifrar la incógnita de un silencio: “En mi escritura —dice— hay la búsqueda de traducirme a partir de lo visual y lo sonoro, todo lo visual se instrumenta desde la percepción que aquello me dejó, de la plástica y el mundo de lo simbólico en la obra de mi padre”. Pablo Dumit se traduce a sí mismo en la poesía a partir de lo visual y lo simbólico de un legado paterno. La traducción como instancia de mediación es una clave de lectura. En esa traducción se sucede un diálogo intergeneracional en el que la figura fuerte del pintor se asedia como incógnita. Si traducir es sobrepasar ese “transe frágil, inestable, por el que un texto se convierte en otro sin dejar de ser el mismo” (Pauls, 2018, p. 117), el texto pictórico del padre se trasvasa a los ojos del poeta/poema y se convierte en otro, con las marcas de lo mismo. El poema es un hijo póstumo que se desprende de los ojos del pintor ancla-dos en la medusa.
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