Descripción
“El nombre de Humberto Costantini recorrió las barriadas porteñas en los sesenta y setenta, con un soplo poético cuyo epicentro era un barrio casi periférico de la ciudad y sin ostensibles huellas literarias: Villa Pueyrredón. Como Urondo, Conti y Gelman, pertenece a una generación de poetas y narradores argentinos que exponían un alegorismo social frotando en su lámpara una mixtura de imágenes que iban sin respiro de la gran epopeya a la amorosa cotidianeidad.
Pero Costantini, que por los motivos que explica Hernán Fontanet se entrelaza plenamente con todos ellos, necesitaba del empellón del estudioso que revisase todas las ramificaciones de su obra, su ancla de lugareño, incluso de profesión veterinario, con ese flujo de peregrino que luego sobreviene, junto a un exilio que es a la vez fuente de lamento y de creación. Así obtiene Costantini su lugar de poeta local y de narrador universal, con ese toque sensitivo de «literatura rusa» en sus personajes, que lo convirtieron en un autor leído por millares y con fruición en la Unión Soviética”.
Por Horacio González