Descripción
Alguna vez estuvimos tentados de proponer la existencia de un tono, de una manera de decir, de una entidad estilística, en suma, propia de los poetas de nuestro Litoral. La transparencia, la quietud, la leve luminosidad de los paisajes, la suavidad de los matices, la libertad de los espacios, cierta condición acuática prevaleciendo sobre otros rasgos, y que los confiere por una parte la permanencia sutil del reflejo, de la imagen especular, pero por otra la sensación de presencia transitoria, brevísima, que produce siempre lo que fluye, nos tentaron a conjeturar una hipótesis semejante. Como quiera que fuere, lo cierto es que tales rasgos no atentan en modo alguno contra su originalidad, contra su personalidad creadora, ya que constituyen más bien el trasfondo, lo que podríamos denominar el hábitat, de sus creaciones.
Raúl Gustavo Aguirre
Beatriz Vallejos asume desde sus primeros libros una actitud poética que la liga fuertemente con el cosmos fluvial, al punto que su segundo libro, de 1952, lleva por título Cerca pasa el río. Pero al mismo tiempo, y a medida que su obra va desarrollándose, su poética va adoptando formas cada vez más nítidas e idiosincrásicas: sus poemas suelen ser pequeñas piezas, compuestas sobre una serie limitada de versos no demasiado extensos, que se constituyen con un rigor verbal inaudito. Esos poemas generalmente hablan del mundo natural, al que parecen cantar de manera reverencial, como si se tratase en cada caso de una experiencia extática singular. Y si bien la poesía de Beatriz Vallejos no se reduce de modo excluyente a semejante campo temático -puesto que también escribe sobre asuntos o cuestiones propias de la vida urbana- su vocación por lo cósmico la lleva a adoptar un conjunto de formas y tonos que evocan de manera indubitable a la poesía oriental.
Roberto Retamoso