Una amistad natural, la del hombre con los animales

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La relación entre el hombre y los animales es atávica. Ambos forman parte de una misma creación, aunque cada uno con roles diferentes. Mientras que los animales, como recuerda Ortega y Gasset, nacen con un destino fijado por la naturaleza y no pueden hacer nada más que mejorar un poco sus condiciones de vida, el hombre nace con libre albedrío y raciocinio, lo que le otorga la posibilidad de elegir qué lugar ocupará en el mundo.

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Descripción

La relación entre el hombre y los animales es atávica. Ambos forman parte de una misma creación, aunque cada uno con roles diferentes. Mientras que los animales, como recuerda Ortega y Gasset, nacen con un destino fijado por la naturaleza y no pueden hacer nada más que mejorar un poco sus condiciones de vida, el hombre nace con libre albedrío y raciocinio, lo que le otorga la posibilidad de elegir qué lugar ocupará en el mundo. En todos los tiempos, los animales fueron utilizados por el hombre en su beneficio y para la satisfacción de sus necesidades, como la alimentación, el transporte, el trabajo, la recreación y los deportes. El libro, en su primera parte, aborda esa íntima coexistencia, desgranando temas como la domesticación, los derechos de los animales, el nacimiento de la ciencia veterinaria y la evolución biológica, entre otros. Luego, en una segunda y tercera parte, se introduce de lleno en los casos de dos especies domesticables y de gran significado para la vida humana: el caballo y el perro. Son los animales que más han posibilitado la evolución física y mental del hombre, y, tal vez, los que menos reconocimiento han recibido. En consecuencia, esta obra explora con gran detalle las alternativas de la relación histórica del hombre con el caballo y con el perro. Más allá de la forma pormenorizada en que se aborda cada tema, se podría señalar que es una idea fundamental la que atraviesa y se repite a lo largo de toda esta obra: “el hombre tiene la obligación de cuidar a los animales”. No es una máxima caprichosa. Esta responsabilidad deriva de la primigenia potestad que Dios le otorgó sobre ellos. Como dice el autor en su presentación, “la intención ha sido señalarla de una manera inequívoca, ya que la sociedad en su conjunto no ha cumplido todavía cabalmente este mandato”.



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