Descripción
Hay un poema de Litmus Test, de Fabián Iriarte, donde una cita de María Negroni nos propone el indicio de una lectura, y es esa donde compara un coleccionista con fragmentos del lenguaje. Parece una famosa cita barthesiana, aquella que elevaba a la cultura y el artificio con el maquillaje de una mercadría robada. La escritura como un mecanismo de contrabando. Más allá de la influencia está la infección, e Iriarte escribe como si estuviera inoculado. Ese parece ser el funcionamiento que acciona los poemas de este libro que celebra los efectos de un mundo amplificado, que semeja ocupar los espacios de la lengua, en sus variaciones más anómalas: la traducción, la acumulación y la repetición. Pero el verdadero régimen de Litmus Test parece ser la anotación. Imagino un cuaderno donde Iriarte escribe pequeños apuntes de una traducción, donde propone variantes que a la vez son subsanadas por un nuevo apunte, pero no al margen, sino que están colocadas en la misma lógica con la que construye cada texto, como una inscripción extraviada cuyo máximo secreto es un simulacro de abandono. Su temática son los temas inconscientes, y el efecto de esta inconsciencia, puesta en la escritura, logra algo muy difícil de conseguir en poesía: que el lector observe un territorio antes de adentrarse a las palabras. De este modo, las palabras ordenadas son corroídas por el ácido de una lengua que lo barre todo, y consigue darles otro orden, una manera recíproca de exigir al lector. Iriarte elaboró un libro como quien captura un objeto al que habrá que descifrar.
Mario Arteca